Y eso es lo que ocurre aquí, en la pediatría. Aunque hayamos vivido tanto la enfermedad como la muerte en alguno de nuestros pequeños, lo cierto es que lo que más se respira en la pediatría es la VIDA, la SALUD y la ALEGRÍA. Cada día se salva la vida de cientos de niños y niñas. Cada niño que entra por esa puerta y que es abrazado por el Padre Hugo, automáticamente recibe esa oportunidad que ningún pequeño debería perder, la de crecer feliz y vivir sin ninguna preocupación.
En un país dónde la brutalidad se ha apoderado de la vida (en general) y dónde las cifras de niños abandonados a su suerte en la calle se pierde en las decenas y decenas de miles; la pediatría es un oasis. Un hogar. Una familia. Esos que perdieron un día.

Venir de la otra parte del mundo hace que conozcamos otra realidad, que sepamos que es posible una vida sin preocupaciones para los más pequeños, que es ni más ni menos, lo que les corresponde. Es en eso en lo que han trabajado tantos años Mama Nkoko y el Padre Hugo, para conseguir construir este gran proyecto que sigue creciendo cada día. Es en esto en lo que trabajan y trabajamos los que queremos aportar nuestro granito.
Hay muchísimo hecho, hay muchísimo haciéndose, y queda muchísimo por hacer.
Por ahora, sólo la lluvia cae del cielo.
Feliz navidad. Feliz año. Feliz vida!!!
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