martes, 15 de octubre de 2013

È un mondo dificile

Pachús Barbón, Kinshasa. Octubre 2013

El otro día me decía alguien que lleva más de 30 años aquí, lo difícil que se hace explicar la vida aquí pasado un tiempo. “Escribe ahora que acabas de llegar”, me decía. Luego te acostumbras y ya no eres capaz de explicarlo. “Esto hay que contarlo al principio”. Sentí que tenía razón, es ahora el momento de explicar mis sensaciones, ahora que estoy recién llegada de la otra parte del mundo, impregnada de la Europa en la que he crecido, y que me puedo hacer entender mejor. Pero no señores. Esto no es fácil. No es fácil contar las tropecientasmil sensaciones y emociones que llevo vividas desde que aterricé en este continente, hace ahora una semana. Sin embargo, voy a intentarlo.

Echando la vista atrás (porque aquí el tiempo va a otro ritmo) recuerdo nuestra llegada a Kinshasa. Después de una jornada con nuestros padrinos de aventura, Ana y Rodrigo, preparando y organizando maletas con material para llevar, recopilando información y anécdotas, consejos de ellos que ya han estado aquí, todo tipo de preparativos y esa sensación de estar ante un evento muy importante... por fin estamos en ese avión, en el que mi KA tiene la maravillosa idea de ver la película Kinshasa Kids, así... para entrar en situación. Os la recominedo; para eso, para entrar en situación y que se pueda entender mejor lo que vayamos contando aquí.

Una vez aterrizamos en el aeropuerto ya se nota la calidez de la gente. Todos quieren ayudarnos con las maletas, no sabemos bien si con segundas... Todos son amables y se respira una humanidad envidiable. Por fin, reconocemos al Padre Hugo y a la tía Tita, que han venido a recogernos y darnos la bienvenida. Sí, somos unas afortunadas, desde el minuto uno. Vamos con el Padre a tomar una cerveza en una tasca del aeropuerto mientras llegan los dentistas italianos, y entre presentaciones, situarnos y demás, aparece un chico con una paloma atada de una pata; tras un pequeño movimiento de billetes, acaba la paloma en manos de la encargada del bar y supongo que de la olla de la tapa del día siguiente. ¡Bienvenidas al Congo!. 

El viaje del aeropuerto a la pediatría es difícil de describir, y me acuerdo de mi hermanito Rodrigo. Ya de noche, calles llenas de gente vendiendo, comprando, con chiringuitos de farolillo, cantes, bailes, furgonetas hasta arriba, motos y viandantes por el mismo carril. Nosotras en la parte de atrás de nuestra furgo disfrutamos de la banda sonora de cada cual que se cruza en el camino.

La llegada a Kimbondo es algo sorprendente. Cualquiera diría que estamos llegando a un resort de vacaciones. El lugar es precioso.
Y duerme.
Sólo se aprecia la belleza de sus caminos llenos de plantas enormes y troncos de bambú perfectos que dibujan el camino a lo que será nuestro hogar.

La cruda realidad llega al día siguiente. Está detrás de las paredes de los pabellones que conforman el precioso complejo. Afortunadamente, la esencia del Padre Hugo, está en cada rincón (sin excepción) y todo goza de una alegría, una vida y una sensación de bienestar, dentro del caos y la locura, que hace que te seques las lagrimas de un mangazo y tires palante.

Hay tanto que hacer...... en un lugar tan bonito.